LUIS MIGUEL L. FARRACES / MADRID
Aquel día era para Alejandro uno más. Volvía como cada jornada a su casa después de un día de buscar alguna chapuza que hacer, algún trabajo. Dos policías le pidieron la documentación en un intercambiador del Metro de Madrid. Tras comprobar que estaba en situación irregular los agentes le condujeron a un furgón policial. Le quitaron el móvil mientras advertía a su mujer de que estaba siendo detenido. «No me leyeron los derechos, no sabía por qué me conducían a comisaría», rememora hoy aún con cierto sobresalto.
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Hace 6 años
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