“Secuestran a los chiquillos con intención de convertirlos en auténticas máquinas de matar”, afirma Jean-Charles, que realiza su labor solidaria en Guru, al norte de Uganda.
Desde hace más de veinte años, el grupo terrorista del LRA lleva a cabo estos secuestros y sus madres acaban siendo esclavas sexuales de un auténtico ejército infantil.
“Muertos y mutilados que me persiguen en mitad de la noche, aviones lanzando bombas desde el aire y rebeldes asesinando pueblo enteros y arrasando todo a su paso”. Estos son los delirios que el muchacho de 18 años, Kenneth Opwonya, todavía tiene desde que se evadió del Ejército de Resistencia (LRA), en el septentrión de Uganda.
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