viernes, enero 30, 2015

La vida después de la valla

RAQUEL VILLAÉCIJA Proceden del mismo país aunque sus destinos se unen en la Petit Bamako del monte Gurugú, muy lejos de sus hogares en Malí. Las mafias los llevan hasta este bosque y allí esperan el momento para burlar la vigilancia de la policía marroquí y saltar al paraíso. Duermen bajos los pinos en tiendas de plástico y comen de la caridad. El objetivo común -entrar en Europa- y el sufrimiento compartido hermana a estos exiliados sin papeles, pero con muchos sueños, que dejaron atrás sus raíces para tener una vida mejor. Abou Desseigne y Koffi Bram se conocieron en el monte Gurugú. EL MUNDO relató en febrero de 2014 las condiciones en las que viven estos inmigrantes que llevan meses de exilio e intentan entrar en Europa. Ese mes se produjo el mayor asalto a la valla de Melilla desde 2005. Más de 200 sin papeles lograron atravesar la frontera, entre ellos estos amigos. Este periódico les ha seguido el rastro para saber qué ha sido de sus vidas tras la verja. Aunque la mayoría de los inmigrantes irregulares llegan a España por avión y como turistas, las entradas ilegales a través de Ceuta y Melilla crecieron un 73% de enero a octubre pasados, según datos de las Fuerzas de Seguridad del Estado. En lo que va de año, han atravesado la frontera hasta Melilla de forma irregular más de 4.000 inmigrantes. La ruta que siguen hasta que se instalan en alguna ciudad no es fácil. Tras el alambre, todos pasan por el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Melilla. Éste es su primer hogar en territorio español. Allí tratan de resolver su situación irregular y muchos piden asilo para conseguir papeles. Según explica José Palazón, portavoz de la ONG Prodein, allí pueden pasar de tres meses a cinco años. "Este centro es como un vaso de agua, cuando hay mucha gente y se desborda, se vacía para poder acoger a los recién llegados", apunta.

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