EVARISTO FERNÁNDEZ DE VEGA | BADAJOZ
El comedor benéfico de la calle Martín Cansado, en Badajoz, está a punto de abrir sus puertas. Faltan sólo unos minutos para la 1 de la tarde y una docena de hombres espera en la calle. De pronto se acerca un coche de color azul. Es un automóvil normal, pero en su interior viajan dos agentes de paisano. Pertenecen al Cuerpo Nacional de Policía y deben andar buscando a alguien. El vehículo se detiene en medio de la calle, baja uno de sus ocupantes y echa un vistazo al portal del comedor. Sin mediar palabra, regresa al coche, sube de nuevo, y continúa la marcha.
El comedor benéfico de la calle Martín Cansado, en Badajoz, está a punto de abrir sus puertas. Faltan sólo unos minutos para la 1 de la tarde y una docena de hombres espera en la calle. De pronto se acerca un coche de color azul. Es un automóvil normal, pero en su interior viajan dos agentes de paisano. Pertenecen al Cuerpo Nacional de Policía y deben andar buscando a alguien. El vehículo se detiene en medio de la calle, baja uno de sus ocupantes y echa un vistazo al portal del comedor. Sin mediar palabra, regresa al coche, sube de nuevo, y continúa la marcha.
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