martes, agosto 18, 2015

Calais y el Mediterráneo, dos formas de tratar la inmigración

Lunes, 17 de agosto del 2015 - En plena canícula estival se nos presenta una nueva prueba de que la Unión Europea tiene, como organización internacional supranacional, dos o más velocidades o distintas varas de medir para afrontar y asumir los problemas que se le plantean en el trato a las personas. Creíamos que aquellas velocidades hacían exclusiva referencia a la posición de los estados en ámbitos mercantiles, económicos, financieros o monetarios; sin embargo, constatamos que, aún hoy, son también distintos los criterios ante la cooperación internacional, la solidaridad, la ayuda humanitaria y más en concreto al trato de la inmigración irregular, de refugiados y de asilados. Calais y el túnel bajo el canal de la Mancha son noticia de primera página de finales de julio e inicios de agosto ante la presión migratoria de un colectivo, ya asentado en Francia, que pretende pasar al Reino Unido, ilegalmente, sobre los trenes, entre las ruedas o en la carga de los camiones con destino a Gran Bretaña, jugándose la vida. Ciertamente la vida junto al móvil es lo único que les queda. La dignidad, derechos y libertades como seres humanos hace años que los han perdido. A Cameron le ha entrado pánico escénico, al constatar que en un año la ingente cantidad de 150 emigrantes (sudaneses, etíopes, eritreos o de cultura anglosajona) han conseguido la proeza de atravesar el canal por el túnel. Las señales rojas se han disparado, pues, al conocer que un potencial de mil inmigrantes, acampados miserablemente en Calais, lo intentan cada noche. Graciosamente. el europeísta Cameron los ha calificado de "enjambre" y ha emitido un sos a sus colegas europeos pidiendo ayuda urgente para que asuman que es un problema de toda la Unión, no solo de Inglaterra. ¡Insólita y vergonzosa actitud! En las mismas fechas que la rica y aún europea Gran Bretaña pide ayuda a sus socios, decenas de miles de personas están llegando en pateras, barcos de desguace o a nado a las costas mediterráneas italianas, griegas o españolas, transportadas por traficantes y mercaderes de esclavos. Ante esta dramática realidad, los países del norte de la Unión no mueven ni un dedo; parece que a ellos "no les toca" o no se enteran de la magnitud de la tragedia continuada de hace meses... La estadística macabra del desastre humanitario en el Mediterráneo es aterradora y avergüenza a cualquier ciudadano con un mínimo de sensibilidad. Durante el primer semestre del 2015, a través de Calais se han colado únicamente 150 inmigrantes y ha muerto solo uno, atropellado por un vehículo. En el mismo periodo, en las costas mediterráneas de la Unión se contabilizan un mínimo de 2.000 ahogados (¡algunos centenares de innominados desaparecidos!) y más de 130.000 arribados a sus costas; la mayoría refugiados o solicitantes de asilo. Sobran los comentarios comparativos. Es cierto y palmario que no se ha consensuado una política inmigratoria común en la UE ni entre los 28 estados miembros, y por ello cada estado hace lo que quiere al respecto; incluso osan fomentar políticas xenófobas y racistas contra la inmigración entre sus nacionales para ganar votos. El pasado 20 de julio, los ministros de los 28 estados miembros (que hacía solo dos días se habían puesto de acuerdo en el rescate de Grecia) no se pusieron de acuerdo en el reparto o reasentamiento de 34.000 refugiados a que se habían comprometido en abril. Dejaron en tiempo muerto "el acuerdo humanitario" para después del verano y de las vacaciones, ¡quizá se volverán a ver en diciembre! El Reino Unido se negó a aceptar ni un solo refugiado más, al igual que lo hicieron Hungría, Dinamarca y Austria. España aceptó menos de la mitad de los que se había comprometido. ¿Puede ahora, el primer ministro Cameron, y solo al cabo de una semana, pedir ayuda urgente a Europa sin que le caiga la cara de vergüenza? Esta actitud puede como mínimo tildarse de cínica. La conclusión a la que llegamos es que Europa tiene dos formas de valorar y afrontar, con responsabilidad, los costes humanitarios que el alud inmigratorio provoca, y que su actitud dependerá si el país afectado está situado en el rico norte o en los países del sur de la Unión. En el Reino Unido y algunos países del Norte parecen insensibles e intolerantes ante el cementerium nostrum en que se ha convertido el Mediterráneo, cuyos países ribereños están desbordados y sin capacidad de reacción individual. Con rotundidad debemos reivindicar que la Europa de los mercaderes que es la Unión Europea se muestre también sensible y solidaria y siga siendo adalid en la defensa y garantía de valores, libertades y derechos humanos de todas las personas, con independencia de su pasaporte. http://www.elperiodico.com/es/noticias/opinion/calais-mediterraneo-dos-formas-tratar-inmigracion-4436479

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