Su parking se ha convertido en un gran campo de refugiados, en su mayoría nigerianos y guineanos sin papeles o sin dinero para salir del país. Sus embajadas aún no han aportado una solución.
“Llevamos aquí tres semanas”, dice esta mujer.
Muchos han tenido que huir en medio del caos y del pillaje del que han sido víctimas. La poca ayuda que llega de las organizaciones humanitarias libias desaparece para ser revendida en las calles.
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